-¡Sí-gue-lo!…
[…] “-¡Sí-gue-lo!… – llegó hasta Grigori el grito. Lanzó su potro al galope tendido, esforzándose en vano por distinguir lo que pasaba por delante: las lágrimas le cegaban y en sus oídos silbaba el viento. Grigori se sintió dominado por la emoción de la caza. Encorvado sobre el cuello del potro, que olía intensamente a …